Jerónimo ayesta
Entrevistamos a Jerónimo Ayesta, 21 años, estudiante de 4º de Filosofía y Periodismo en la Universidad de Navarra.
¿Desde cuándo eres montañero?
Yo toda la vida he ido a la montaña. A mi padre siempre le ha gustado el monte, y de pequeño yo le acompañaba. Luego en la adolescencia dejé de hacer deporte, así que lo retomé con mucho más ímpetu después de haber abandonado una de las aficiones de mi infancia. Realmente empecé a ser montañero el verano pasado, cuando me junté con un amigo bastante aficionado y que controlaba mucho el mundo del alpinismo, y fue con él con quien me reenganché. Ahí descubrí lo que era
¿Qué tiene el deporte que no tengan otras aficiones?
El deporte es necesario para la vida, para descansar. Pero claro, me parece que la fuerza que tiene la montaña y que no tiene ningún otro deporte es la fuerza de descubrir la belleza del mundo en la naturaleza. También pienso que es un encuentro consigo mismo. Cuando uno va por primera vez a hacer una excursión a un monte cuajado de nieve, descubre realmente lo bella que puede llegar a ser la naturaleza. Es mucho más que un deporte, porque tiene mucha carga estética. Coronar una montaña y contemplar la panorámica es algo que no puede describirse. De hecho, este amigo mio con el que empezé a subir montañas suele decir que las vistas desde la cima se reservan solo para Dios y los montañeros.
También es un encuentro con uno mismo, porque la montaña es un silencio real, porque no hay cobertura. En el silencio uno se hace muchas preguntas, piensa, reflexiona, y por tanto pienso que es un encuentro con uno mismo. Pero también es un encuentro con los otros porque a la montaña nunca hay que ir solo.
¿Cuál ha sido tu mayor hazaña?
Mi mayor hazaña es no haber coronado un 3000. Fuimos a la gran facha, cerca del valle de Belagua. Era un día de finales de julio y había nieve. De hecho tuvimos que usar piolets, porque el terreno era muy inestable. Comenzamos la subida a 2.500 metros, y tuvimos que dar la vuelta cuando nos faltaban 20 minutos para la cima porque se nos hacía de noche y se acercaba una tormenta.
¿Algún recuerdo memorable?
En febrero o marzo de este año fui un día con otro amigo a un sitio que se llamaba el castillo de Acher. Se metió bastante niebla y hacía un frio tremendo. Llevamos una fabada con un camping gas, unas cucharas y un solomillo de cerdo. Además a un amigo se le cayó el solomillo al suelo después de haber estado toda la mañana subiendo. Nos lo comimos todo en la cima, y después bajamos esquiando. Hacía muchísimo frío, así que en la bajada nos tuvimos que meternos en un refugio.
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Imágenes proporcionadas por Jerónimo Ayesta