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JAVIER MARRODáN

Javier Marrodán es profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra. 

¿Te consideras más un aficionado o un experto de la montaña?

Aficionado sin duda, porque entre las aficiones que tengo, la montaña puedo decir que es la principal y la más prolongada en el tiempo. Experto no sé, a mí me gusta la montaña en general, pero la practico en un entorno próximo, como Navarra o los Pirineos, que es un entorno en el que me encuentro muy cómodo, nunca he ido a los Alpes o al Himalaya. He hecho tresmiles, con alguna noche de por medio, alguna ruta un poco más complicada, pero lo que de verdad me gusta es el monte, no como un simple paseo, sino que también como un deporte con exigencia física.

 

¿Qué tiene la montaña de especial que te gusta? ¿Qué la hace diferente a otros lugares?

Hay una serie de cosas que tiene que ver con la montaña, como son la toponimia, la cultura, las costumbres, los pueblos por los que pasas. Por ejemplo: hay pueblos en Navarra que solo conoces si vas a hacer una determinada ruta. También la fauna, la flora, hay mucho relacionado con la amistad en la motaña. Muchas veces voy solo, pero las veces que voy acompañado suelo ir con las mismas personas, y así, de domingo en domingo, también compartes cosas. Es la suma de todo esto.

Recuerdo que cuando trabajaba en el Diario de Navarra, me invitaron a una de las subidas de preparación y entrenamiento, unos que iban a hacer una una expedición al Aconcagua. Subía el cantante Serafín Zubiri, que es ciego. Mari Ábrego también estaba. Me dijeron que si quería acompañarles en una subida a una montaña Navarra. Ese día pensé lo duro que debe ser para un ciego llegar a una cima y no tener una de las mayores satisfacciones de la montaña, que es la panorámica de la cima. Él solo tenía la parte de la amistad y de la exigencia física.

 

¿Tienes algún recuerdo más marcado que otro, o algún momento de gran satisfacción en la montaña?

Recuerdo una ocasión en la que fui con Josean Pérez Aguirre (profesor de la Facultad también) al Aneto, el monte más alto de los Pirineos. Es difícil, porque requiere un viaje largo en coche, son más de 3.000 metros, hay que hacer noche en un refugio, y además pasar un glaciar con. Esa fue una subida emblemática. Más que subidas recuerdo momentos concretos o conversaciones concretas. Yo en Navarra hay rutas que he hecho más de veinte veces, y cuando las repito rememoro momentos con una persona o con otra. Cada excursión es una nueva, en la que rescato todas las anteriores.

 

Hace un mes me pasó una cosa muy curiosa. Subiendo un monte me encontré con un señor de 80 años super curioso, del que escribí una pequeña historia en Facebook. Se trataba de un casero del Baztán, con vacas y ovejas, que solo sabía euskera y que desde el año 59 no había bajado a Pamplona. Nunca te encuentras a alguien que viva tan alejado de la civilización, parecía que se había quedado en el siglo XVII. Este tipo de cosas es imposible que no te pasen fuera del monte. 

 

¿Y recuerdas alguna ocasión en la que lo hayas pasado peor por el riesgo?

Las de hielo suelen ser las más peligrosas, alguna he hecho con trampones. Depende del día, del estado del monte, de muchos factores. Este verano por ejemplo bajaba un monte que había subido mil veces y de repente se me echó la niebla encima, y llegué a pensar que me había perdido aunque nunca he tenido que llamar a SOS Navarra. Poco a poco fui avanzando hasta encontrar un pueblo.

 

Con Josean Pérez Aguirre también recuerdo haber subido el Midi D’Ossau, que tiene varias chimeneas que hay que trepar, aunque las hicimos sin cuerda. En un paso, después de cruzarlo pensé: esto no lo volvería a hacer nunca. Pero bueno, creo que soy prudente, si ves que el peligro es evidente te das la vuelta, porque para qué arriesgar. 

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Galería

Imágenes proporcionadas por Javier Marrodán.

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