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AVENTURA VERTICAL

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Puede que no sea la más alta (cuenta con 2.516 metros), pero sin duda es de las más hermosas y más difíciles de escalar de los Picos de Europa. El Naranjo de Bulnes presenta unas paredes verticales que lo han convertido en uno de los montes representativos de esta cadena montañosa, paredes para las que hacen falta mucha técnica y fuerza, paredes que no fueron superadas hasta 1904.

Pedro Pidal fue el visionario que se atrevió a planear escalar esta montaña. Amigo de Alfonso XIII y amante de la montaña, repartía sus aficiones entre la caza y el alpinismo. La idea de escalar el Naranjo le obsesionaba desde hacía tiempo. Diseñó un plan de subida e incluso fue a Londres (Inglaterra era el país pionero en el ámbito del alpinismo por aquella época) a comprar la mejor cuerda posible para la expedición. Además, para ponerse en forma, realizó unas cuantas ascensiones en los Alpes franceses y también en los propios Picos de Europa. Como compañero de cordada eligió a Gregorio Pérez, un buen amigo que vivía en la montaña y estaba acostumbrado a ella.

Un 5 de agosto, los dos hombres se dirigieron a su objetivo, y Pedro Pidal quedó descorazonado al contemplar las lisas paredes que son el Naranjo. Tan solo acertó a ver dos fisuras en la cara norte (en esos tiempos se priorizaban las grietas antes que las paredes lisas), de manera que hacia allí se encaminaron. Almorzaron al pie de la pared y comenzaron la escalada. Una escalada muy difícil y complicada.

Ascendieron verticalmente sin cuerda hasta que llegaron a una zona difícil, una placa lisa con problemas de envergadura. Tras superar el obstáculo, la pared perdió inclinación, y pudieron seguir subiendo sin apenas complicaciones. La niebla que se iba formando debajo de ellos también ayudó a la consecución del objetivo, ya que de otra manera podrían haberse quedado impresionados con la altura que habían cogido.

Sin embargo, el haber superado el primer obstáculo les dio la confianza y el optimismo que les provocaron un estado de euforia. Pero antes de la cima se tuvieron que enfrentar a la “panza de la burra”, un saliente que sobresalía y les dificultaba el camino. Totalmente confiados en sus posibilidades, Gregorio se subió encima de Pedro, y ayudándose entre ellos superaron el saliente. El camino a la cima estaba despejado. El aristócrata se soltó de la cuerda y, dando gritos de júbilo “entoné el más formidable hurra que dí en los días de mi vida”.

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